lunes, 5 de marzo de 2012


Durante homilía de  Misa y Te Deum por aniversario de fundación de la ciudad de Trujillo

Arzobispo: “Sin ética el poder político no tiene autoridad moral”


Con ocasión de la celebración del 477º Aniversario de fundación española de la ciudad de Trujillo, el Arzobispo de Trujillo, Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte OFM., durante su homilía en la Misa y Te Deum celebrada en la Basílica Catedral, recalcó a las principales autoridades locales, nacionales y personalidades extranjeras (invitadas para la festividad),  que “sin ética el poder político no tiene autoridad moral, y por consiguiente, a la larga, pierde también su autoridad política”.
El prelado se dirigió a los gobernantes con una reflexión que se basó en la ética y los valores como pilares del desarrollo humano y social de los pueblos.
“El ejercicio de la democracia debe respetar los principios éticos y morales vinculados a la promoción del bien común, en la conciencia de que sin estos principios no se puede construir una sociedad democrática estable y menos lograr un desarrollo social sostenible e inclusivo que garantice el bien común”, señaló el Arzobispo durante su homilía.
En otro momento, monseñor Miguel Cabrejos dijo que “hay que tener en cuenta que el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil”, expresó.
Culminada la Eucaristía, las autoridades en pleno encabezadas por el Ministro del Interior, Daniel Lozada se dirigieron hacia la Plaza de Armas  y Teatro Municipal, donde participaron de diversas actividades protocolares, entre ellas, Izamiento del pabellón nacional, desfile cívico militar y entrega de máximas distinciones.








ÉTICA Y VALORES EN LA POLÍTICA       
                                                                    
Homilía con ocasión del 477 Aniversario de la fundación española de la ciudad de Trujillo – Perú

Sr. Alcalde de la ciudad de Trujillo, Sr. Presidente del Gobierno Regional La Libertad, Señores Congresistas de la República, autoridades nacionales, regionales y locales, reunidas aquí una vez más para dar gracias a Dios por el 477° Aniversario de la fundación española de esta querida ciudad de Trujillo.

Permítanme también expresar mi saludo particular a los alcaldes provinciales y distritales de todo el Perú y a los alcaldes y personalidades del extranjero que nos visitan en el marco de estas celebraciones.

Esta es una nueva oportunidad que nos posibilita reflexionar a la luz de la fe y del Magisterio de la Iglesia sobre los alcances éticos del ejercicio de la política en la búsqueda del bien de la persona humana y del bien común, ámbitos donde se encuentran las buenas voluntades y desde donde se puede posibilitar el ansiado desarrollo de los pueblos.

Plantear el problema ético y de valores, su necesidad para el adecuado desarrollo humano y social, y para el ejercicio de la política y de la función pública en orden al bien común, se convierte en una tarea y en un desafío de permanente interés y actualidad.
Recordemos que el ejercicio de la democracia debe respetar los principios éticos y morales vinculados a la promoción del bien común”[1], en la conciencia de que sin estos principios no se puede construir una sociedad democrática estable y menos lograr un desarrollo social sostenible e inclusivo que garantice el bien común.
El Papa Benedicto XVI afirma que “la política es más que una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética”[2].
La justicia es el objeto y, por tanto, también la medida intrínseca de toda política, es el criterio con el que se debe valorar y juzgar todo acto político; es además, el puente entre la política y la ética.


Por consiguiente, la ética no es algo que incumbe solamente el desarrollo y la integridad personal, sino que tiene una dimensión y eficacia social, se expresa cuando la política logra la justicia, el bien común, el desarrollo de nuestra sociedad.
Cuando el planteamiento político se aparta o prescinde de un sustento ético que sea respetado por todos, se oscurece el camino a la justicia y al desarrollo de los pueblos; basta recordar que después de tantos ensayos, esfuerzos y sacrificios, todavía vivimos la tragedia vergonzosa de que la quinta parte de la humanidad sufra hambre, que las hasta ahora grandes potencias económicas no sepan salir de la crisis financiera internacional y que los estados y organismos internacionales no sean capaces de superar pacíficamente las desigualdades y los conflictos entre sociedades y naciones.
Por eso debemos reflexionar sobre los motivos más profundos de los conflictos humanos y sociales a menudo avivados por la injusticia, debemos afrontarlos con una valiente autocrítica y debemos “apoyar la participación de la sociedad civil para la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política”[3] 
Otro desafío que se nos plantea es el de la economía, que siendo un elemento importante para el desarrollo humano y social, ha buscando - lográndolo parcialmente-, independizarse de la ética, pretendiendo seguir sus propias reglas en orden a la consecución de sus metas, prescindiendo y/o haciendo de lado las situaciones particulares tanto de personas como de sociedades.
Prescindir de la ética ha traído graves consecuencias, sin embargo no se debe olvidar que los economistas clásicos tenían una clara preocupación ética, así Adam Smith, padre del liberalismo económico, era profesor de ética.
Benedicto XVI nos recuerda que “la actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción



política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios”[4].
El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente.
Por eso decimos con el Santo Padre que “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona”[5].
Además que “Es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos”[6].
Debemos tener en cuenta que el objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza[7].
Los Obispos reunidos en Aparecida dijimos que la valoración de la ética es un signo de los tiempos que indica la necesidad de superar el vacío de valores[8]
Cabe recalcar que sin ética el poder político no tiene autoridad moral, y por consiguiente, a la larga, pierde también su autoridad política.
Otro de los retos que nos plantea la reflexión ética es que no solamente somos un país pobre, sino profundamente desigual; esto agrava la pobreza y es fuente permanente de conflictos sociales.

Hay que tener en cuenta que el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil[9].
Benedicto XVI llama «el escándalo de las disparidades hirientes»[10], la Iglesia quiere seguir promoviendo que toda política social tenga como prioridad a los más pobres, a los olvidados y excluidos, en el entendido que ésta es una perspectiva profundamente humana que nos conecta con toda persona de buena voluntad, pero que también es una cuestión de justicia y no un favor o una condescendencia.
La persona humana ha sido creada con inteligencia y libertad lo que le permite optar por una sólida base ética en la política; si la ignora, los derechos humanos se debilitan, pues quedan privados de su fundamento. Por eso es necesario recuperar la preocupación ética en el ejercicio político.
Hay que promover con energía la búsqueda de la justicia en la acción política, ella será siempre la medida y transparencia de su integridad, además que se ha de considerar equivocada la visión de quienes piensan que la economía de mercado es absoluta y que puede prescindir de las exigencias éticas.
El esfuerzo ético implica la disposición a un cambio urgente de mentalidad y de estructuras si queremos construir un país justo y respetuoso de la dignidad humana de todos sus ciudadanos.


+ MIGUEL CABREJOS VIDARTE, OFM.
Arzobispo Metropolitano de Trujillo




No hay comentarios: