Durante homilía de Misa y Te Deum por aniversario de fundación de la ciudad de Trujillo
Arzobispo: “Sin ética el poder político no tiene autoridad moral”
Con ocasión de la celebración del 477º Aniversario de fundación española de la ciudad de Trujillo, el Arzobispo de Trujillo, Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte OFM., durante su homilía en la Misa y Te Deum celebrada en la Basílica Catedral, recalcó a las principales autoridades locales, nacionales y personalidades extranjeras (invitadas para la festividad), que “sin ética el poder político no tiene autoridad moral, y por consiguiente, a la larga, pierde también su autoridad política”.
El prelado se dirigió a los gobernantes con una reflexión que se basó en la ética y los valores como pilares del desarrollo humano y social de los pueblos.
“El ejercicio de la democracia debe respetar los principios éticos y morales vinculados a la promoción del bien común, en la conciencia de que sin estos principios no se puede construir una sociedad democrática estable y menos lograr un desarrollo social sostenible e inclusivo que garantice el bien común”, señaló el Arzobispo durante su homilía.
En otro momento, monseñor Miguel Cabrejos dijo que “hay que tener en cuenta que el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil”, expresó.
Culminada la Eucaristía, las autoridades en pleno encabezadas por el Ministro del Interior, Daniel Lozada se dirigieron hacia la Plaza de Armas y Teatro Municipal, donde participaron de diversas actividades protocolares, entre ellas, Izamiento del pabellón nacional, desfile cívico militar y entrega de máximas distinciones.
ÉTICA Y VALORES
EN LA POLÍTICA
Homilía con
ocasión del 477 Aniversario de la fundación española de la ciudad de Trujillo –
Perú
Sr. Alcalde de la ciudad de Trujillo, Sr. Presidente del Gobierno
Regional La Libertad, Señores Congresistas de la República, autoridades
nacionales, regionales y locales, reunidas aquí una vez más para dar gracias a
Dios por el 477° Aniversario de la fundación española de esta querida ciudad de
Trujillo.
Permítanme también expresar mi saludo particular a los alcaldes provinciales
y distritales de todo el Perú y a los alcaldes y personalidades del extranjero
que nos visitan en el marco de estas celebraciones.
Esta es una nueva oportunidad que nos posibilita reflexionar a la luz de
la fe y del Magisterio de la Iglesia sobre los alcances éticos del ejercicio de
la política en la búsqueda del bien de la persona humana y del bien común,
ámbitos donde se encuentran las buenas voluntades y desde donde se puede
posibilitar el ansiado desarrollo de los pueblos.
Plantear el problema ético y de valores,
su necesidad para el adecuado desarrollo humano y social, y para el ejercicio
de la política y de la función pública en orden al bien común, se convierte en
una tarea y en un desafío de permanente interés y actualidad.
Recordemos
que “el
ejercicio de la democracia debe respetar los principios éticos y morales
vinculados a la promoción del bien común”[1],
en la conciencia de que sin estos principios no se puede construir una sociedad
democrática estable y menos lograr un desarrollo social sostenible e inclusivo
que garantice el bien común.
El Papa Benedicto XVI afirma que “la política es más que una
simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta
están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética”[2].
La justicia es el objeto y, por tanto, también la medida
intrínseca de toda política, es el criterio con el que se debe valorar y juzgar
todo acto político; es además, el puente entre la política y la ética.
Por consiguiente, la ética no es algo que incumbe solamente el
desarrollo y la integridad personal, sino que tiene una dimensión y eficacia
social, se expresa cuando la política logra la justicia, el bien común, el
desarrollo de nuestra sociedad.
Cuando el planteamiento político se aparta o prescinde de un
sustento ético que sea respetado por todos, se oscurece el camino a la justicia
y al desarrollo de los pueblos; basta recordar que después de tantos ensayos,
esfuerzos y sacrificios, todavía vivimos la tragedia vergonzosa de que la quinta parte de la humanidad sufra hambre,
que las hasta ahora grandes potencias económicas no sepan salir de la crisis
financiera internacional y que los estados y organismos internacionales no sean
capaces de superar pacíficamente las desigualdades y los conflictos entre
sociedades y naciones.
Por eso debemos reflexionar sobre los motivos más profundos de los
conflictos humanos y sociales a menudo avivados por la injusticia, debemos afrontarlos
con una valiente autocrítica y debemos “apoyar la
participación de la sociedad civil para la reorientación y consiguiente
rehabilitación ética de la política”[3]
Otro
desafío que se nos plantea es el de la economía, que siendo un elemento
importante para el desarrollo humano y social, ha buscando - lográndolo
parcialmente-, independizarse de la ética, pretendiendo seguir sus propias
reglas en orden a la consecución de sus metas, prescindiendo y/o haciendo de
lado las situaciones particulares tanto de personas como de sociedades.
Prescindir
de la ética ha traído graves consecuencias, sin embargo no se debe olvidar que
los economistas clásicos tenían una clara preocupación ética, así Adam Smith,
padre del liberalismo económico, era profesor de ética.
Benedicto XVI nos
recuerda que “la actividad económica no puede resolver todos los problemas
sociales ampliando sin más la lógica mercantil. Debe estar ordenada a
la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la
comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión
económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción
política, que tendría el
papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves
desequilibrios”[4].
El sector económico no
es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una
actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e
institucionalizada éticamente.
Por eso decimos con el
Santo Padre que “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto
funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la
persona”[5].
Además
que “Es
preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra
actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la
lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una
explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica
del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia
un desarrollo equitativo, para el bien común de todos”[6].
Debemos tener en cuenta que el objetivo exclusivo del beneficio,
cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de
destruir riqueza y crear pobreza[7].
Los Obispos reunidos en Aparecida
dijimos que la valoración de la ética es un signo de los tiempos que indica la
necesidad de superar el vacío de valores[8].
Cabe
recalcar que sin ética el poder político no tiene autoridad moral, y por
consiguiente, a la larga, pierde también su autoridad política.
Otro
de los retos que nos plantea la reflexión ética es que no solamente somos un
país pobre, sino profundamente desigual; esto agrava la pobreza y es fuente
permanente de conflictos sociales.
Hay que tener en cuenta
que el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de
un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, no sólo tiende
a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia,
sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el
progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones
de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en
toda convivencia civil[9].
Benedicto XVI llama «el
escándalo de las disparidades hirientes»[10],
la
Iglesia quiere seguir promoviendo que toda política social tenga como prioridad
a los más pobres, a los olvidados y excluidos, en el entendido que ésta es una
perspectiva profundamente humana que nos conecta con toda persona de buena
voluntad, pero que también es una cuestión de justicia y no un favor o una
condescendencia.
La persona humana ha
sido creada con inteligencia y libertad lo que le permite optar por una sólida
base ética en la política; si la ignora, los derechos humanos se debilitan,
pues quedan privados de su fundamento. Por eso es necesario recuperar la
preocupación ética en el ejercicio político.
Hay que promover con
energía la búsqueda de la justicia en la acción política, ella será siempre la
medida y transparencia de su integridad, además que se ha de considerar
equivocada la visión de quienes piensan que la economía de mercado es absoluta
y que puede prescindir de las exigencias éticas.
El
esfuerzo ético implica la disposición a un cambio urgente de mentalidad y de
estructuras si queremos construir un país justo y respetuoso de la dignidad
humana de todos sus ciudadanos.
+ MIGUEL CABREJOS VIDARTE, OFM.
Arzobispo Metropolitano de Trujillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario