386
años formando sacerdotes a ejemplo de Cristo,
Maestro, Sacerdote y Pastor
Mons. Miguel junto a los Obispos de Huaraz y de Carabayllo, así como sacerdotes y seminaristas |
El Beato Juan Pablo II nos lo recordaba en la Exhortación Apostólica post- Sinodal Pastores Dabo Vobis al decir: “Concretamente, sin sacerdotes la Iglesia no podría vivir aquella obediencia fundamental que se sitúa en el centro mismo de su existencia y de su misión en la historia, esto es, la obediencia al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mt 28, 19) y «Haced esto en conmemoración mía» (Lc 22, 19), o sea, el mandato de anunciar el Evangelio y de renovar cada día el sacrificio de su Cuerpo entregado y de su Sangre derramada por la vida del mundo”. Por eso es una vocación peculiar que Dios suscita a quién Él desee, desde determinados contextos humanos y eclesiales que lo caracterizan y a los cuales es enviado para continuar la misión de ser no sólo anunciador sino mediador que transparenta su presencia actuando In Persona Christi (En la Persona de Cristo).
Teniendo en cuenta esta verdad, a lo largo de los siglos la
Iglesia se ha esmerado con especial cuidado al cultivo de las vocaciones a la
vida sacerdotal, creando recintos donde los jóvenes puedan ser formados según
los criterios propios del Magisterio Eclesial. Una de las expresiones insignes
de este interés lo constituye el Seminario Mayor que, nos dice el Beato Juan
Pablo II, no es un simple espacio material sino “un ambiente
espiritual, un itinerario de vida, una atmósfera que favorece y asegura un
proceso formativo, de manera que el que ha sido llamado por Dios al sacerdocio
puede llegar a ser, con el sacramento del Orden, una imagen viva de Jesucristo,
Cabeza y Pastor de la Iglesia” (PDV n. 42). Su Santidad Benedicto XVI señala que “el tiempo del seminario es por tanto la actualización
del momento en el que el Señor Jesús, luego de haber llamado a los apóstoles y
antes de enviarlos a predicar, les pide estar con Él”, remarcando que cuando
san Marcos relata la vocación de los doce Apóstoles, nos dice que Jesús tenía
una doble intención: la primera era que estuvieran con Él, la segunda que
fueran enviados a predicar. Pero avanzando siempre con Él, realmente anuncian y
llevan la realidad del Evangelio al mundo.
Los
Seminarios Mayores deben su creación al Concilio Ecuménico de Trento en el
siglo XVI como estos espacios especiales cuya esencia es lograr la formación
óptima del futuro sacerdote en las áreas: humana, espiritual, intelectual,
pastoral y comunitaria. En esta perspectiva, la Arquidiócesis de Trujillo tiene
la dicha de contar con un lugar de formación para la vida sacerdotal que desde
su fundación no ha cesado de acoger a los jóvenes para ayudarles a discernir la
vocación y para instruirles en las ciencias filosóficas y teológicas. Este
lugar es el Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo fundado en el año 1625 por
el Obispo de Trujillo, Mons. Carlos Marcelo Corne, que en sus inicios estaba
ubicado en el Centro histórico de Trujillo, pero que por motivos de extensión
ante el número creciente de vocaciones trasladó su sede a la Campiña de Moche
en el año 1965.
En
estos 386 años de fundación, el Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo ha
sido hogar de formación sacerdotal no únicamente de los actuales clérigos de la
Arquidiócesis de Trujillo, sino también de muchos sacerdotes que ejercen su
ministerio en diferentes jurisdicciones eclesiásticas. Esto se debe al hecho de
que muchos Obispos confían la formación de sus seminaristas a este
tricentenario Seminario Mayor, al igual que algunas Congregaciones u Órdenes
religiosas como la Congregación del Santísimo Redentor, o la Orden de San
Agustín, los Oblatos de san José entre otras.
Si
bien el Arzobispado de Trujillo vela por la formación de los futuros
sacerdotes, esta tarea tiene que ser de responsabilidad compartida con todos
los fieles que conforman la Iglesia Arquidiocesana de Trujillo. El Beato Juan
Pablo II enfatiza esta responsabilidad al decir que “la Iglesia está llamada a
custodiar este don, a estimarlo y amarlo. Ella es responsable del nacimiento y
de la maduración de las vocaciones sacerdotales… Es muy urgente, sobre todo
hoy, que se difunda y arraigue la convicción de que todos los miembros de la Iglesia, sin excluir ninguno, tienen la
responsabilidad de cuidar las vocaciones” (PDV n. 41). El Sumo Pontífice
Benedicto XVI, en su mensaje por la XLVIII Jornada Mundial de Oración por las
Vocaciones, afirma que “es importante
alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal…, para que sientan el calor
de toda la comunidad al decir «sí» a Dios y a la Iglesia. Conviene que cada
Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional”.
El Departamento de Pastoral Vocacional es también
una entidad que está en continua relación con los fieles, en especial con los
jóvenes a quienes presentan la vida sacerdotal, mediante jornadas y charlas en
los diferentes ámbitos, como posibilidad cercana y manifiesta de la voluntad de
Dios en sus historias. Con la gracias de Dios, nuestra Arquidiócesis es
bendecida con un número cada vez más creciente de seminaristas que se preparan
con ilusión y entusiasmo para el sacerdocio.
Actualmente
el Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo, por gestiones de Mons. Miguel
Cabrejos, posee el nivel de Facultad Teológica, al estar afiliada a la
Universidad Católica de Trujillo Benedicto XVI formación que se prolonga a lo
largo de ocho años de estudios empezando por la etapa de Propedéutico, tres
años de Filosofía y cuatro años de Teología. Además está afiliado a la
Universidad Eclesiástica San Dámaso de España ,con el fin de lograr el
Bachillerato en Ciencias Filosóficas; y a la Universidad Ateneo Pontificia Regina
Apostolorum de Roma, con el fin de obtener el Bachillerato en Ciencias
Teológicas. En la actualidad, dentro de la infraestructura de nuestro Seminario
Mayor, conviven candidatos al sacerdocio de las diócesis de Cajamarca,
Carabayllo, Chimbote, Huamachuco, Huaraz, San Ramón y de Trujillo, así como del
Oratorio San Felipe Neri y de los Canónigos Regulares. Como siempre nuestra
oración se dirige al dueño de la mies que siga enviando más obreros; así nos ha
enseñado el Beato Juan Pablo II al decir que: “Una vocación sacerdotal es el
fruto de una humilde oración”.
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